La publicidad es el motor de las economías de consumo y soporte de las sociedades ancladas en ideologías, sean de derecha o de izquierda (aunque con este propósito se le llame propaganda).
Estamos bombardeados de anuncios que nos mueven a comprar, comprar y comprar, a endeudarnos más que nuestras capacidades de repago, a vivir del qué dirán y sobre todo, a tener a los centros comerciales como lugares de crecimiento espiritual. De hecho, recientemente salió publicado un estudio que revelaba que cuando compramos nuestros cerebros secretan sustancias que nos provocan placer . Cuando estamos deprimidos, el shoopping nos hace sentirnos mejor, revividos, renovados. Después de todo, la última cuenta la paga el diablo y existe la Ley de Quiebras. Si 20 años no son nada, siete años son un paseo.
Y los estudiosos del tema o “marketers”, comisionan estudios para conocer los hábitos de consumo y necesidades de todos los grupos: Baby Boomers, Xers, Generation Y, y Seniors, con el único propósito de producir publicidad que realmente venda y no malgastar así los presupuestos millonarios en publicidad.
No obstante, cada día son más los grupos que cuestionan hasta dónde ha llegado nuestro consumismo y sobre todo, el conformismo con los mensajes que recibimos a diario.
Así, llego a la página de Consume hasta morir (http://www.consumehastamorir.com), un excelente site de contrapublicidad con anuncios críticos en todas las categorías posibles; arte, educación, política, comunicación, deporte y ocio, entre muchas otras, áreas de educación, análisis y reseñas. El propósito de los mantenedores de la página de Internet es “llamar la atención para que con un comportamiento adecuado en el día a día se consolide en nuestra sociedad una cultura de consumo responsable, crítico y justo de manera que, salvaguardando los valores humanos, sociales y medioambientales…”
El consumo es inevitable –después de todo tenemos que comprar para comer, vestir, tener un techo y educarnos- sin embargo, el desenfreno por la adquisición de productos, servicios y placer debe ser visto críticamente y cuestionado. De otro modo, caemos en la trampa de la homogenización sin que podamos hacer algo al respecto.
15.10.06
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