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25.10.06

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Pena de muerte

Solo me cuestiono, ¿será sentenciado Carlos Ayala López a la pena de muerte por haber asesinado a un ser humano o por haber asesinado a un ser humano que era un policía federal? Creo que son dos cosas distintas.

17.10.06

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El caso del graffiti en San Juan, Vol 2

Si bien considero que Joshua Santos, alias Bik Ismo es un artista y no un vándalo, la nota que salió publicada hoy en El Nuevo Dia me decepciona.

Bik Ismo alega que se siente perseguido y que pusieron su cara en el periódico como si fuera un criminal y, por lo tanto, ¿ha decidido esconderse?

Muchos artistas en PR (en diferentes épocas y circunstancias) han sido perseguidos, carpeteados, aislados, criminalizados y no dejaron de pintar, publicar o cantar. Unas cuantas preguntas entre los artistas de los '60 y '70 corroborará esta información.

Esconderse no es la opción para un artista que se expresa en las calles, (y en consecuencia, públicamente) y que, según alega, pide permiso a los dueños de las propiedades antes de pintarlas. El miedo, más que motor para la creación, es parálisis y la inercia es enemiga del arte y de la libre expresión de ideas.

Adjunto la nota publicada en la edición del martes, 17 de octubre de 2006 del periódico El Nuevo Día

Bik Ismo: “me siento perseguido y molesto”
El boricua Joshua Santos, quien firma sus “grafitis” como Ismo, apenas sale de la casa en la que se encuentra escondido y no acude a las actividades culturales a las que le invitan por miedo a ser arrestado.

Las autoridades municipales de San Juan denunciaron que algunas supuestas obras de Ismo son una muestra de vandalismo que constituyen un delito y que el artista podría ser sancionado con 5 mil dólares de multa y hasta 90 días de prisión.

“Los dibujos están firmados por el grafitero conocido como Bik Ismo. En consecuencia, la Policía Municipal de San Juan abrió una investigación criminal contra el referido sujeto por los actos de vandalismo que hoy denunciamos aquí”, indicó el 8 de octubre el jefe de Seguridad Pública de San Juan, Adalberto Mercado.

“Me siento perseguido y molesto, porque además pusieron mi cara en el periódico... me están difamando como si fuera un criminal o un prófugo de la justicia, dijo en una entrevista con Efe Ismo.
El artista, quien ha expuesto sus murales en galerías de dentro y fuera de Puerto Rico, hasta en Japón, lleva 14 años pintando en las paredes y asegura que nunca tuvo problemas como este y que la mayoría de las veces pide permiso a los propietarios para pintarlas.

Mencionó la paradoja de que esté siendo perseguido ahora, cuando esta semana se inaugura en el Museo de Arte de Puerto Rico la exposición Jean Michel Basquiat: Una antología para Puerto Rico, sobre el reconocido pintor neoyorquino de madre puertorriqueña que se caracterizó por los mensajes que escribía en las paredes.

La abogada del pintor urbano, Yaniré Batista, explicó que el municipio había hecho las acusaciones sin tener pruebas de que Ismo fuese el autor de las pinturas consideradas vandálicas y dijo que las denuncias están relacionadas con otros murales políticamente controvertidos.

Uno de estos murales, en el que se ensalza la figura del líder independentista Filiberto Ojeda Ríos, pintado colectivamente y en el que participó Ismo, se pronunció en el Tribunal de San Juan, que indicó que no se borraría sin permiso de los vecinos de Manuel A. Pérez.

El galerista Andrés Marrero explicó a EFE que el trabajo de Ismo es “muy depurado, bien pensado y bien ejecutado”, y lamentó que con las pinturas señaladas como vandálicas el artista “podría haber sido víctima de copiadores”.

“En la democracia, la línea que separa lo legal de lo ilegal es muy delicada, sobre todo en expresión pública”, explicó el propietario de la galería Prinardi, quien insistió en que para delimitar si algo es legal o no hay que considerar la intención.

La intención de Ismo “siempre ha sido hacer arte, y lo ha demostrado con calidad”, agregó.



15.10.06

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El caso del graffiti en San Juan

Cuando Sophia, mi hija de seis años, escuchó que en San Juan están criminalizando a los graffiteros por “pintar” las paredes de la capital, inmediatamente cuestionó “por qué? si el graffiti es el mejor arte que existe”. Ella ya ha tenido sus experiencias cercanas con el graffiti como parte de sus clases de arte.

Sin embargo, para el Director de Seguridad Pública de San Juan, Adalberto Mercado, el arte del aerosol es una afrenta contra la estética de la ciudad y merece ser penalizada. Los artistas Bik Ismo y Ske, podrían enfrentar multas de hasta $5,000 o seis meses de cárcel por pintar (o embellecer, diría yo) las paredes de una ciudad que se cae a pedazos.




Mercado indicó en entrevista con El Nuevo Día que “los graffitis realizados en áreas y vías públicas constituyen un acto ilegal y criminal”. Añadió que el nuevo Código Penal “prohíbe a cualquier personal (el enfasis es de la autora) pegar, fijar, imprimir o pintar sobre propiedad pública cualquier aviso, anuncio, letrero, cartel, grabado, pasquín, cuadro, mote, escrito, dibujo, figura u otro medio similar, no importa el asunto, artículo, persona, actividad, tema, concepto o materia a que se haga referencia en los mismos”.

A sólo dos años de las elecciones, ¿estará Mercado tan dispuesto de hacer cumplir la ley cuando los políticos comiencen a pasquinar la ciudad con propaganda? ¿o es que la ley sólo lo prohíbe a "personal" y no ha instituciones o colectivos? ¿movilizará de igual forma las brigadas del Municipio para re-pintar la ciudad? ¿saldrá en las páginas de los periódicos criticando al Alcalde de San Juan y criminalizando su campaña política por colocar carteles en las paredes y puentes de la ciudad? ¿limpiará las murallas en Miramar y Condado y dejará intactas las del Residencial Lloréns Torres, la Barriada La Perla y Trastalleres?

La expresión artística -tan ligada a la libertad de expresión- debe ser alentada y no perseguida. Lo que afea la ciudad no son los grafitos, es el descuido y la indiferencia de las instituciones que no hacen y tampoco dejar hacer.

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Publicidad: una mirada crítica

La publicidad es el motor de las economías de consumo y soporte de las sociedades ancladas en ideologías, sean de derecha o de izquierda (aunque con este propósito se le llame propaganda).

Estamos bombardeados de anuncios que nos mueven a comprar, comprar y comprar, a endeudarnos más que nuestras capacidades de repago, a vivir del qué dirán y sobre todo, a tener a los centros comerciales como lugares de crecimiento espiritual. De hecho, recientemente salió publicado un estudio que revelaba que cuando compramos nuestros cerebros secretan sustancias que nos provocan placer . Cuando estamos deprimidos, el shoopping nos hace sentirnos mejor, revividos, renovados. Después de todo, la última cuenta la paga el diablo y existe la Ley de Quiebras. Si 20 años no son nada, siete años son un paseo.

Y los estudiosos del tema o “marketers”, comisionan estudios para conocer los hábitos de consumo y necesidades de todos los grupos: Baby Boomers, Xers, Generation Y, y Seniors, con el único propósito de producir publicidad que realmente venda y no malgastar así los presupuestos millonarios en publicidad.

No obstante, cada día son más los grupos que cuestionan hasta dónde ha llegado nuestro consumismo y sobre todo, el conformismo con los mensajes que recibimos a diario.

Así, llego a la página de Consume hasta morir (http://www.consumehastamorir.com), un excelente site de contrapublicidad con anuncios críticos en todas las categorías posibles; arte, educación, política, comunicación, deporte y ocio, entre muchas otras, áreas de educación, análisis y reseñas. El propósito de los mantenedores de la página de Internet es “llamar la atención para que con un comportamiento adecuado en el día a día se consolide en nuestra sociedad una cultura de consumo responsable, crítico y justo de manera que, salvaguardando los valores humanos, sociales y medioambientales…”

El consumo es inevitable –después de todo tenemos que comprar para comer, vestir, tener un techo y educarnos- sin embargo, el desenfreno por la adquisición de productos, servicios y placer debe ser visto críticamente y cuestionado. De otro modo, caemos en la trampa de la homogenización sin que podamos hacer algo al respecto.

1.10.06

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No estacione: propiedad privada

“No puede estacionarse ahí”, dijo la mujer uniformada. ¿Por qué?, cuestioné con asombro. “Porque es propiedad privada”, afirmó. Miré a mi alrededor algo espantada; ¿a quien pertenece?, inquirí. “A la Policía de Puerto Rico”, dijo sin vacilar. Nuevamente observé a mi alrededor y repetí con ironía “es propiedad privada de la Policía de Puerto Rico”.

Desde temprano en la mañana preparaba todo lo necesario para disfrutar de un día de playa: bebidas, meriendas, toallas y bloqueador solar para proteger a mi hija. Lo menos que imaginé en medio de los preparativos es que intentaría quebrantar el orden de las cosas e irrumpiría en propiedad privada. Sobre todo, cuando la llamada propiedad está en Ocean Park, frente al mar y entre las canchas de tenis y la pista de correr. Todo un centro de entretenimiento al aire libre, supuestamente, para el uso y disfrute de los ciudadanos.

Pero no. De momento nos habíamos estacionado, no solo “en propiedad privada” del gobierno de la isla sino en medio de la paradoja. La afirmación, tan categórica, de la mujer policía, con su porte de autoridad, sus gafas (porque hay que protegerse del sol), y su posterior ubicación debajo de un árbol (porque hay que cuidar la piel), me dejó de una pieza. Lo que se supone que sea para uso público, construido, mantenido y custodiado con el dinero de los contribuyentes es considerado “propiedad privada”.

Como siempre he sido respetuosa de las leyes, aunque estas no tengan sentido, nos subimos nuevamente a la guagua y, de estar estacionados entre dos líneas blancas, terminamos estacionando el vehículo ilegalmente sobre una montaña de arena. Otra paradoja.

Esas palabras han estado retumbando en mi mente desde el mismo momento en que la mujer las pronunció. Repetí el incidente en mi memoria una y otra vez, como un ejercicio, para nunca olvidarlo. Quiero grabar el mensaje que los portavoces del gobierno ofrecen a los ciudadanos en cada interacción. “Esto es propiedad privada” del gobernante que esté de turno y sus seguidores.

No culpo a la mujer porque, lo más seguro, y muy a tono con su trabajo, ella sigue instrucciones de superiores y esos, a su vez, de otros más arriba en una cadena de órdenes que termina en la cúpula del gobierno.

Y es ahí donde estriba el problema. Hemos permitido que las estructuras públicas del país sean consideradas “propiedades privadas”, parcelas particulares a las que tienen tarjeta de acceso sólo los que pertenecen al clan y no a los que año tras año y transacción económica tras transacción pagamos por ellas.

Esta inercia colectiva a la que nos acostumbramos cada día un poco más nos lleva a aceptar como natural el que no podamos entrar a un estacionamiento público, el que tengamos que dejar documentos personales al entrar a un edificio del gobierno o el que sea la clase media trabajadora la que tenga que costear los estilos de vida de todos los residentes del país.

Aceptamos sin reparos que tengamos el país lleno de letreros anunciando “mejoras geométricas” (¿cambiarán la forma rectangular de la isla?) o que de San Juan a Arecibo haya que pagar en más de cinco estaciones de peaje y que, después de automatizarlas, tengan personas dedicadas exclusivamente a tomar las monedas de la mano del conductor para depositarlas en la canasta que está a menos de doce pulgadas del auto, que todavía no hayan concluido los trabajos en la autopista Luis A Ferré, o que la Avenida Isla Verde esté perforada en una de las mejores épocas para las actividades al aire libre para aquellos que, por razones mayormente económicas, no salen del país durante las vacaciones.

Consideramos como las reglas del juego impuestas por el dueño de la propiedad que las paredes hacia el túnel de Minillas estén pobladas de círculos rojos, amarillos y blancos, que el antiguo Puente Dos Hermanos sea el corazón del caos para los que se dirigen a la vieja ciudad, que la labor ciudadana del legislador se haya convertido en una carrera “full time” y que, para colmo, no tributen por sus dietas, cuando en nuestros comprobantes de pago tributamos por todo reembolso hecho por nuestros patronos.

Permitimos que la fina línea entre iglesia y estado se difumine un poco más cada minuto que pasa y que casi sean las iglesias las que establezcan la política pública sobre violencia, sexualidad y militarismo.

Ahora, estamos permitiendo que el discurso político se diluya entre “pasado” y “futuro” y no en uno de los pilares fundamentales para el progreso económico y social de un país: la educación. Estamos apáticos a participar en movimientos cívicos, que más allá de ideologías coloristas, exijan y auditen constantemente el trabajo de los legisladores y no sean entes que aparecen en año bisiesto para promover el voto de castigo. Hasta nos parece ideal, y condonamos la actitud, de aplastar la oposición y la disidencia venga esta de donde venga.

La mujer policía no solo logró que me estacionara en un lugar prohibido, sino que me demostró cuán intrusos somos en la gran propiedad privada en la que se han convertido Puerto Rico.

Por Ana Ivelisse Feliciano, Periodista