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4.11.06

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Abuso sexual: el maltrato callado

“Era una mañana soleada, calurosa y tranquila. Estaba entusiasmada porque pasaría varios días del verano solo con mis hijas. De hecho, me había tomado unos días libres del trabajo para disfrutarlo con ellas, sin imaginarme que los necesitaría para atender una de las situaciones más atroces de mi vida: la confesión de que mi hija era molestada sexualmente por el que ella amaba y consideraba su padre.

Cuando mi hija, inundada en lágrimas, llena de vergüenza y de culpa, me confesó su infierno de cuatro años, sentí que se abría un hueco en el centro de la tierra cuyas fauces me devoraban, completa e inmisericordemente.

El mundo que había construido alrededor de mi familia se me derrumbó, sus cimientos, como en medio de un terremoto, colapsaron; mi pecho sintió un vacío aterrador y paralizador que en fracción de segundos solo puede llenarlo con el profundo amor hacia ese ser al que le di vida. A su corta edad, mi hija demostraba la clase de ser humano que era haciéndole frente a su verdugo con valentía y determinación. Tomó solo segundos para que yo comprendiera que aun con un desgarrador dolor, puede terminarse un ciclo de violencia.”. El relato de mi amiga Marisela (nombre ficticio para proteger su identidad) me dejó llena de lágrimas, indignada y consternada. No puedo ni imaginar el proceso por el que está atravesando. Sólo pude llorar y escribir.

El drama de esta adolescente a la que llamaremos Waleska, lo viven calladamente miles de niños diariamente. Su silencio responde a la vergüenza, la desconfianza y a sentimientos de culpabilidad.

Los datos del Instituto Nacional para la Salud Mental (NIMH, por sus siglas en inglés) no son nada halagadores. En Estados Unidos, una de cada cuatro niñas será molestada sexualmente antes de cumplir los 18 años, mientras que uno de cada seis varones pasará por el mismo trauma antes de cumplir la mayoría de edad. En Puerto Rico, el renglón de abuso sexual contra menores registró un crecimiento de un alarmante 65% desde el 1996 al 2003 con un total de 13,733 casos atendidos por la Administración de Familias y Niños.

Sin embargo, estos números se quedan cortos ante la magnitud del problema y las proyecciones de que continúe ocurriendo, cuando en la isla, de acuerdo al Censo del 2000, hay más de 600,000 habitantes menores de 18 años. Por definición, el abuso sexual a menores es la utilización de un menor para gratificarse sexualmente e incluye desde los besos y caricias hasta la sodomía y la penetración vaginal. Sin embargo, existen otros comportamientos de abuso sexual que no involucran contacto sexual como lo son conversaciones sexuales explícitas, exponer al menor a la genitalia del adulto y la explotación sexual del menor para utilizarlo en pornografía y prostitución infantil.

En el caso del abuso intrafamiliar, se ha demostrado que un gran por ciento de los casos son perpetrados por un adulto masculino. Estos, mediante intimidación, abuso de su rol de padres so pretexto de educación sexual, trucos y amenazas, logran abusar del menor durante largos periodos de tiempo que casi siempre, llegan hasta la adultez.

El adulto abusador responsabiliza al menor por su comportamiento y logra mediante intimidación que el menor mantenga los hechos en secreto. Las amenazas más frecuentes son: que el menor será removido de su hogar si no acata las órdenes que les da el adulto, que el menor será responsable si al adulto lo arrestan y lo encarcelan y que sus hermanos también correrán su misma suerte, si el menor pone resistencia.

En todos estos casos el abusador lo que hace es una manifestación del poder que ejerce sobre el menor, como es el caso de los padres, abuelos, tíos, maestros y miembros de la iglesia por mencionar solo las áreas más comunes.

Otro renglón en la victimización sexual de niños lo ocupan los pedófilos – que acapararon las portadas de los medios de comunicación con los casos ventilados en el seno de la Iglesia Católica y el caso del rey del pop Michael Jackson. Estos son, según el manual de psicología DSM IV TR, aquellas personas que se excitan sexualmente y fantasean con urgencia y frecuencia con preadolescentes, generalmente menores de 13 años. Sin embargo, cabe señalar que no todos los pedófilos son abusadores sexuales de niños, ya que pueden satisfacer sus urgencias de otras maneras, que incluyen los juguetes sexuales y la masturbación.

Los abusadores sexuales no llevan una marca en la frente que los señale como tal. Pueden ser casados o solteros, profesionales o de cuello azul, ricos o pobres, educados o iletrados. No obstante, tienen algunas características en común.

En la mayoría de los casos son hombres – aunque se han reportado de casos de mujeres-. Por lo general buscan ganar acceso a las áreas donde hay niños y logran su confianza, se aprovechan de la natural curiosidad de los menores para agarrarlos como víctimas, se relacionan con los temas de niños para igualar su relación, tienen más interés por las actividades de niños que las actividades para su edad, no tienen muchos amigos y suelen ofrecerse como voluntarios en agrupaciones que sirven a niños como lo serían equipos deportivos, escuelas, centros de cuidado de menores, por mencionar algunos ejemplos. Los pedófilos son usualmente casados, coleccionan pornografía infantil que la utilizan para desinhibir a los niños, fantasear cuando no hay una víctima cerca, justificar su comportamiento o simplemente para chantajear al menor y evitar que hable de lo que le está sucediendo.

Aunque es muy difícil diferenciar un pedófilo de un abusador sexual de niños, lo cierto es que ambos se comportan igual cuando son descubiertos. Lo primero que hacen es negar los hechos y pueden mostrarse atónitos, ofendidos e indignados con las acusaciones en su contra. De persistir las acusaciones, entonces el ofensor minimizará sus actos, y disminuirá la cantidad de veces que ocurrieron los hechos. Si las acusaciones en su contra continúan, el ofensor se justificará y culpará a la víctima. Podrá decir que fue seducido, que la víctima lo disfrutaba, que es promiscua o hasta que se dedica a la prostitución. También podrá alegar problemas con alcohol y drogas para fortalecer su defensa. Por último, el abusador alegará que le están fabricando un caso criminal.

Las consecuencias del abuso sexual incluyen ansiedad, depresión, trauma, promiscuidad, prostitución, embarazos no deseados, abuso de drogas y alcohol, desórdenes alimenticios y suicidio, entre otros.

Para prevenir el abuso sexual a menores son fundamentales dos cosas: un re-análisis de los conceptos de obediencia y perfección que los adultos le imponemos a los niños y derribar los tabúes sobre el cuerpo y la sexualidad. Todavía el abuso sexual continúa siendo una de las modalidades de maltrato más escondidas en nuestra sociedad.


Por: Ana Ivelisse Feliciano

Este artículo fue escrito como reacción a la situación familiar de una querida amiga. Año y medio después es que el Estado comienza el juicio sobre el caso.