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30.12.07

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Autorecompensas para el 2008

El comienzo de un nuevo año, más que nostalgia por lo que no fue, nos ofrece una nueva oportunidad para enderezar lo torcido, retomar lo que dejamos a medio camino y reinventarnos en nuestra propia femeneidad; contradicciones y ambigüedades incluidas.

Regularmente nos prometemos que bajaremos de peso, comenzaremos una dieta, vistaremos el gimnasio y tomaremos más tiempo para nosotras mismas, aunque sabemos que una vez regresemos a la oficina después del receso navideño tendremos una pila de trabajo que nos tomará al menos dos meses poner al día. Así que comenzamos el año retrasadas y por lo tanto, postergamos lo que nos propusimos hacer y peor aún, nos olvidamos de recompensarnos por los próximos 365 días.

Por eso más que resoluciones, lo que he hecho es un listado de los “treats” que tendré conmigo misma durante el 2008.


1) Me sentaré con una pinta de mantecado a ver comedias románticas durante un fin de semana sin pensar en el peso. (Solo un fin de semana)
2) Apagaré el celular por lo menos una vez en semana.
3) No iré a la oficina con la excusa de que estoy enferma cuando mejor me sienta de salud para quedarme en la cama y leer un buen libro.
4) Contrataré una empleada doméstica que se haga cargo de las tareas del hogar. Al menos alquien podrá usar eficientemente los detergentes que ocupan las alacenas.
5) No postergaré una tarde sexy por un dolor de cabeza.
6) Instituiré el “Book Free Day” en el hogar; un día que no hablaremos ni de libros, ni de editoriales, ni de autores.
7) Eliminaré la suscripción al periódico. Demasiado papel desperdiciado en la casa sin que encuentre noticias, verdaderas noticias.
8) Tendré un “Girls Night Out” con mi hija para hablar de moda, chicos, películas, música, sit coms, juegos de vídeo y juguetes. Ella es una adolescente de ocho años.
9) Comenzaré mis días de trabajo a partir del momento que soy más productiva: 11:00 de la mañana, cualquier horario antes que este es una pérdida de tiempo.
10) Dormiré mis ocho horas.


27.12.07

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Complejidades femeninas II: La Maternidad

Primer trimestre de 1999. Mi religioso período se ausenta y, como estaba recuperándome de una operación, pensé que sería el efecto de tanto antibiótico en el cuerpo, aunque en el fondo sabía lo que significaba.

Levaba más de un año combatiendo una fuerte infección antes que pudieran operarme. Con la excusa de los antibióticos, pasé por alto la alerta de mi cuerpo, hasta que una mañana, al salir del cuarto, el olor a café recién colado, mi aroma mañanero predilecto, me pareció repugnante. Jamás un aroma me desagradó tanto.

Lo que quería ocultarme a mí misma con proyectos, trabajo y poniéndome al día en la agencia de publicidad, quedaban al descubierto: estaba embarazada.

Fue como un baño de agua fría, no porque no quisiera tener hijos, sino porque se abrían las puertas de un mundo de dudas y decisiones que hasta ese momento mantenía cerradas.

Es en el momento de las decisiones determinantes en nuestras vidas que las mujeres probamos lo que es pensar con ambos lados del cerebro. El futuro comienza a obsesionarnos. Las cosas apremiantes las tenemos que hacer en menos de siete meses y lo postergable tendrá que esperar un lustro. Hacemos un reality check de la relación de pareja, si existe, la carrera y los planes a corto y largo plazo. Solo hay cuarenta semanas de por medio entre una vida y la otra.

Y es cuando nos encontramos con más preguntas que respuestas.

¿Qué hacer? ¿Cómo enfrentar los cambios en mi cuerpo? ¿Cómo sería el parto? ¿Cuántas libras aumentaré? ¿Cómo criar a un hijo? ¿Y si no está saludable? ¿Y si tiene Síndrome Down? ¿Como será eso de la mala barriga? ¿Tendré muchas náuseas?

Decenas de dudas nos inundan, algunas de transcendencia y otras triviales, pero igualmente válidas. Algunas que responderemos en pocos días, otras que nos tomarán años en contestarlas con claridad.

El día que salí a la farmacia a corroborar lo que ya sabía, también estaba decidida a afrontar los cambios que tendría en mi futuro cercano y los que me esperaban a lo largo de muchos años.

De pequeña jugaba a ser mamá, sin embargo mis queridas muñecas llegaban solicitadas, con características específicas de tamaño y color. Ahora aquel juego de niñas de mis recuerdos, en el que las alimentaba y vestía con los hermosos trajes que les cosía mi mamá, daría paso a una nueva realidad.

Adulta, con una nueva aversión al café y una barriga creciendo, me alejaba a la velocidad de la luz de mis recuerdos de niña.

Y aunque le digamos al mundo que brincamos de felicidad, en las noches, entre las penumbras, tenemos pavor porque sabemos que la materinidad ya no es un juego de niñas y que la vida cambiará para siempre.

23.12.07

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Complejidades Femeninas I: El Peso


Todas las mujeres tenemos una, sea en el baño o escondida en el walk in clóset. Sabemos que cuando nos acerquemos a ella, no solamente determinará nuestro estado de ánimo sino lo que comeremos durante las próximas 24 horas. Tenemos con ella una relación sadomasoquista, porque conocemos de sobra que muy pocas veces nos da la noticia que esperamos. Es más ave de mal agüero que otra cosa. Pero inelubible, porque ella espera pacientemente en su esquina, como el que se deleita en dar una mala noticia.

Cuando finalmente nos posamos sobre ella vemos que la báscula marca los tres dígitos que no estamos esperando.

Comenzamos mal el día.

Sea por imposición, persuasión o elección, la obsesión femenina con mantener un peso por debajo del promedio, parecería un fenómeno mediático, pero se remonta tan atrás como a la Grecia Clásica. Una mujer en Grecia ingería un pedazo de pan mojado en vino para el desayuno, y pan, vino, aceite de oliva, higos y pescado para la cena. En total no consumía más de 600 calorías al día y toda esta hambruna era sólo para mantener el peso y la figura “ideal”.

Las griegas no tenían a Paris Hilton, Eva Longoria o las vidrieras de Saks Fifth Avenue para recordarles que debían ser size cero, pero seguramente tendrían una amiga, vecina o hasta una esclava más delgadas que ellas como advertencia de que tenían que perder algunas libras adicionales con tal de mantener su posición en la sociedad, aunque ésta fuera la de ama de casa.

Tanto en la Grecia Clásica como ahora, la sociedad nos impone una carga de pocas libras y de mucho de peso: la de la delgadez extrema. En una sociedad obsesionada con la figura esbelta, tener unas libras de más o ser obeso es motivo de discriminación y burla. Por supuesto, esto termina afectando la auto estima de las mujeres que cada día nos privamos de ciertos gustos culinarios con tal de mantener el peso deseado o ¿el impuesto?

Pero el asunto del peso ya ha trascendido la vanidad.

Un estudio publicado por el Boston Globe indicó que la obesidad en las mujeres afecta las posibilidades de matrimonio y su seguridad de empleo y financiera. En otro estudio realizado por la Universidad de Tenesee se demostró que el salario de una mujer obesa se ve reducido en 4.5% frente a mujeres que están por debajo de su peso recomendado. En dólares y centavos, se traduce a alrededor de $100,000 dólares menos a los largo de su carrera. Eso es bastante dinero.

Como era de esperarse, los hombres no tienen esos problemas. Gordos o improductivos siempre ganan más que una mujer.

Así, la presión porque nos veamos extremadamente delgadas no sólo es de los medios de comunicación, sino de los lugares de trabajo. Otros estudios han demostrado que una mujer con estudios graduados y obesa ganará lo mismo que una con sólo un cuarto año de escuela superior. Nuevamente el poder de la imagen se impone sobre otras consideraciones que entendíamos prioritarias, como la eduación. Mientras más huesos tengamos a la vista de todos, mejor el empleo o los ingresos que tendremos. Lo que significa que para mantener una carrera digna y productiva, tenemos que matarnos de hambre.

Y es que somos bombardeadas masivamente por mensajes que nos llevan a tomar decisiones drásticas con nuestros cuerpos. Por un lado los medios de comunicación y por el otro, la presión social y el mercado. Entrar a un centro comercial y observar las vidrieras llenas de maniquíes vestidos en tamaño cero es deprimente. Para el estándar del mercado, estar en tamaño cinco es una afrenta al concepto de cuerpo/peso/belleza ideal.

Por eso, nos pasamos la vida contanto calorías, carbohidratos, grasas saturadas, trans fats, proteínas, nos atosigamos de pastillas milagrosas para perder peso rápido, tratamos la dieta de los tres días, la de la toronja, la “Zone Diet”, la “South Beach”, la Dieta Atkins, la Mediterránea, y aun así, cuando nos miramos al espejo observamos lonjas de más por todas partes y nos cuestionamos si algún día lograremos encajar en el modelo que nos han impuesto.

Yo siempre tengo cinco libras de más. Por eso, miro mi báscula con desdén como el que sabe que recibirá una mala noticia. Me poso sobre ella y espero los tres dígitos. Es un ejercicio futil, porque de antemano sé que no serán los que estoy esperando, sin embargo, hoy no significará que comienzo mal el día.

20.12.07

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50 cosas que las mujeres queremos dejar meridianamente claras

Top 50 Femenino


1.Como pienso con ambos lados del cerebro, puedo cambiar de opinión cuantas veces desee sin que tenga que ofrecer mayores explicaciones.
2.Cuando quiero que me escuches, es en silencio. Si quiero tu opinión te la pediré sin vacilar.
3. Cuando digo No significa NO.
4. Aunque mi clóset este lleno de ropa, si digo que hoy no tengo nada que ponerme, es que no tengo nada que ponerme.
5. A veces me hago el pelo, las uñas y la cara, solo para mi.
6. Siempre tengo que mirarme cuando paso frente a un espejo.
7. Canto, ensayo conversaciones, bailo y dramatizo mi vida frente al espejo.
8. También aprecio el [silencio].
9. El PMS me provoca irritabilidad y ansiedad, así que cada 28 días cambio de personalidad y punto. No hay nada que puedas hacer al respecto.
10. Como tú, quiero que la mentruación sea opcional.
11. Me fascina irme de compras sin pensar en los intereses de las tarjetas de crédito o el balance de la ATH.
12. Cuando quiera tu puesto de trabajo, lo obtendré sin problemas. Mientras tanto, calma.
13. Lloro cuando quiero, sea de felicidad o de frustración.
14. Cuando lloro por dolor, lo hago en soledad.
15. Ya no sé vivir sin tecnología, así que necesito mi celular, mi IPod, mi PDA, mi cámara digital y mi Wireless. Tengo tecnología, luego existo.
16. La insinuación también es seducción.
17. Necesito 4000 pares de zapatos en mi clóset con sus respectivas carteras. Cualquier otra cosa es indigencia.
18. Las tareas domésticas no están entre mis fortalezas.
19. Si no cambio las gomas del auto no es porque no sepa, es para no mancharme las manos.
20. Necesitas capturar mi atención con tu inteligencia; los bíceps, tríceps, tórax y espaldas protuberadas son sólo elementos decorativos temporales.
21. Pienso en sexo tanto como tú.
22. Amo más a mis amigas cuando a ti no te gustan.
23. Soy más que feliz cuando asumes el espacio de la cocina.
24. Prefiero tu ATH a la mía.
25. Me encanta reirme a carcajadas, ser escandalosa e histérica.
26. Quisiera que los hombres parieran, menstruaran y sufrieran los calentones menopáusicos.
27. Cuando algo te duele, siempre pienso que ese dolor es de menor intensidad del que alegas.
28. Un catarro no mata a nadie, asi que puedes salir de la cama y hacer las cosas que normalmente haces. Solo tómate una Tylenol.
29. Mi sexto sentido no me miente. Tarde o temprano te encargarás de corroborar con tus acciones lo que me indicaban mis instintos.
30. Me deleito en el ritual de estar dos horas preparándome para salir.
31. Cuando te pregunto si he aumentado de peso, espero que me digas la verdad.
32. Prefiero creer en una diosa; al menos ella compendería mis ambigüedades de mitad de mes.
33. Sí, tengo que comprar algo cada vez que voy al mall.
34. No a todas nos gustan las baladas pop, ni Estereotempo o Fidelity; otras preferimos el rock.
35. Cuando mejor me siento, llamo a la oficina para decir que estoy enferma y tomarme un día solo para mi.
36. Siempre tenemos la pieza para el jaque mate.
37. “Pink is the new black”, acostúmbrate.
38. Cuando opino diferente no estoy declarándote la Guerra.
39. Leo el horóscopo diariamente... y el tuyo también.
40. No me gustan las sobras ni la comida recalentada aunque lo digan en el ¡Food Network!
41. Quisiera comerme todos los postres del mundo sin aumentar ni una onza de peso.
42. Ignoro con mucha facilidad las críticas sin fundamento. Ignorar no es olvidar.
43. Tengo memoria de elefante, no olvido ningún detalle.
44. Soy una morbosa de los detalles, si me vas a contar algo, cuéntamelo bien.
45. Baño no es sinónimo de biblioteca.
46. Cuando vayas a hacer una tarea que requiera herramientas, llévatelas todas.
47. Cuando digo que no sé donde están las llaves, significa que NO las he visto.
48. Siempre hay alquien que te conoce donde menos te lo imaginas y encima existe Picture Mail.
49. Me gustan las películas románticas y pensar que esa es mi historia.
50. Soy paradójica y compleja; lo sé y me gusta.

Por: Ana Ivelisse Feliciano