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1.1.08

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Código y complicidad femenina


Las mujeres tenemos una manera muy particular de comunicarnos entre nosotras mismas. Como si fuera un código secreto, podemos decir lo que estamos pensando a una congénere sea con una mirada o un movimiento leve de la cabeza. Tal vez los años de silencio y de no ser tomadas en serio provocaron esa sutil y especial manera de transmitir nuestras ideas. Pero independientemente de su origen, lo importante es que el código sigue presente como un pasadizo secreto al que sólo tienen acceso los iniciados y cada día le incorporamos nuevos siginicados a cada gesto.

Lo cierto es que creo que ese código ha evolucionado de tal manera que ya las niñas vienen predispuestas a entenderlo, tanto que hasta mi hija de ocho años decodifica mis miradas, la manera como coloco las manos la cintura o lo que significa cuando arqueo las cejas. En otras ocasiones, con sólo decir su nombre en un tono especial, ni muy alto ni muy bajo, ni muy agudo ni muy grueso, ella sabe lo que quiero decir.

Honestamente, he tratado deliveradamente de comunicarme con hombres en ese código y he comprobado que no tienen la más mínima idea de lo que estoy haciendo, aparte de lograr que piensen de que estoy haciendo el ridículo. ¿Por qué me abres los ojos así? es lo que me preguntan, en vez detener la conversación para que no lo escuche el que pasa que podría estar más que interesado en lo que conversábamos.

Cada movimiento de ojos, de manos, de cabeza tiene un significado que sólo otra mujer puede entender y al que, seguramente, asentirá con una sonrisa, un parpadeo o con pasarse delicadamente su mano por la barbilla o el cabello. Eso es lo que llamo complicidad femenina.

He tenido “conversaciones completas” de esta manera. Abro los ojos un poco más grandes y mi amiga sabe que llegó el momento de cambiar el tema por un rato, o me paso la mano por el lado derecho de la cabeza y mi amiga sabe que debe echar un vistazo hacia ese lado, que será lo más interesante. Cuando me paso la mano por la nariz ya mi amiga sabe que es hora de cortar el tema. Y si estamos en grupo y el que domina la conversación no es muy convincente en lo que dice, solo giramos un poco la cabeza y sabemos que nos excusaremos para ir al tocador y salvarnos del resto de la conversación.

Mientras nosotras nos decimos en silencio que llegó un visitante no deseado, o que estamos aburridas o que nos debemos quedar quietas en lo que pasa esa persona que no deseamos encontrarnos, un hombre necesita un billboard con las palabras en su forma más primitiva e instrucciones específicas de lo que tienen que hacer. Pobre de ellos.

Pero esta habilidad la hemos perfeccionado al punto que podemos “leer” eficientemente lo que comunican los demás a nuestro alrededor, en especial, lo que dicen sin decir los hombres.

Los estudios han demostrado que las mujeres entienden mejor que nuestra contraparte masculina la comunicación no verbal, lo que nos lleva sin lugar a dudas a preguntas como ¿en qué piensas? ¿por qué tan callado hoy? ¿qué te sucede? ¿algún problema? y otras muchas preguntas que generalmente son contestadas con monosílabos.

Pese a que ellos no nos dicen lo que realmente les sucede, siempre sabemos las respuestas y éstas se develarán más adelante como por combustión espontánea.

Por lo pronto nosotras seguimos añadiendo pequeños gestos a este diccionado de palabras no dichas y grandes significados para comunicarnos entre las de nuestra especie.