8.3.08
Tagged under: CELEBRACION, DESCANSO, MUJERES
Tengo que ser honesta. Con todo y mis aires feministas, me molesta el Día Internacional de la Mujer. Preferiría que en vez de homenajes y reflexiones, fuera un día que nos permita tener solaz de la manera que prefiramos. Idealmente, un día de spas, masajes, música tranquila, silencio profundo y varias copas de vino en soledad. Pero no. Por lo general, pasamos ese día, y la semana completa, con una sobredosis de estadísticas sobre violencia de género, hostigamiento sexual, cifras de desempleo, doble jornada, desigualdad en los salarios, en los puestos de trabajo y en la política, por mencionar unos cuantos.
No necesito que me las recuerden una vez más. Para cientos de miles de mujeres que pasamos los días trabajando de sol a sol, sea fuera de la casa o en el hogar o en ambos, tanto número sólo nos recuerda que apenas hemos alcanzado la superficie y que falta mucho camino por recorrer. Estamos muy lejos de la igualdad y vivimos aún el doble estándar. Pienso en las historias que me hacía mi abuela sobre un día ordinario en su vida, y parecería que son los cuentos que, con suerte, le haré a mis nietas.
Entonces, ¿no nos merecemos un día sólo para nosotras, sin maridos ni hijos ni novios que nos permita una verdadera reflexión sobre lo que deseamos hacer con nuestras vidas?
Un día así sería una verdadera celebración.
Una verdadera celebración
Tengo que ser honesta. Con todo y mis aires feministas, me molesta el Día Internacional de la Mujer. Preferiría que en vez de homenajes y reflexiones, fuera un día que nos permita tener solaz de la manera que prefiramos. Idealmente, un día de spas, masajes, música tranquila, silencio profundo y varias copas de vino en soledad. Pero no. Por lo general, pasamos ese día, y la semana completa, con una sobredosis de estadísticas sobre violencia de género, hostigamiento sexual, cifras de desempleo, doble jornada, desigualdad en los salarios, en los puestos de trabajo y en la política, por mencionar unos cuantos.
No necesito que me las recuerden una vez más. Para cientos de miles de mujeres que pasamos los días trabajando de sol a sol, sea fuera de la casa o en el hogar o en ambos, tanto número sólo nos recuerda que apenas hemos alcanzado la superficie y que falta mucho camino por recorrer. Estamos muy lejos de la igualdad y vivimos aún el doble estándar. Pienso en las historias que me hacía mi abuela sobre un día ordinario en su vida, y parecería que son los cuentos que, con suerte, le haré a mis nietas.
Entonces, ¿no nos merecemos un día sólo para nosotras, sin maridos ni hijos ni novios que nos permita una verdadera reflexión sobre lo que deseamos hacer con nuestras vidas?
Un día así sería una verdadera celebración.