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23.3.12

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Arte, cultura y política de los puertorriqueños en EU

El Centro de Investigaciones Sociales (CIS) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y la Escuela de Artes Plásticas (EAP) les invitan a una conversación pública con el destacado crítico cultural Dr. Marc Zimmerman en torno a Arte, cultura y política de los puertorriqueños en los Estados Unidos.

Este es el tema general de su libro más reciente Defending Their Own in the Cold, The Cultural Turns of U.S. Puerto Ricans, Chicago: University of Illinois Press, 2011. Estarán a cargo de iniciar la conversación con el Dr. Zimmerman en torno al libro los profesores:

Elizam Escobar, reconocido artista, maestro y escritor,
Petra Barreras, Decana de Asuntos Académicos de la EAP y
Ángel G. Quintero Rivera, sociólogo y Director interino del CIS.


La actividad se llevará a cabo en el Anfiteatro del viejo edificio (frente a El Morro) de la Escuela de Artes Plásticas en el Viejo San Juan el próximo martes 27 de marzo a la 1:00 PM.

Marc Zimmerman, profesor emérito de la Universidad de Houston y de la Universidad de Illinois en Chicago, es autor y editor de numerosos libros de Estudios culturales y literarios de América Latina (principalmente Centro América y el Caribe), de teoría (e.g. Lucien Goldmann) y de los latinos en los Estados Unidos.
La actividad es libre de costos. Están invitados todos los interesados.

13.3.12

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Más que 100 x 35: la odisea de dos islas

Una palabra que causa bastantes ronchas por su carga neoliberal es privatización. Esa alternativa que tiene cualquier Estado para encargar, vender o comisionar un servicio considerado público a una empresa privada ha sido una estrategia utilizada por los gobiernos a lo largo y ancho del mundo como mecanismo para reducir o eliminar gastos, atraer inversiones o descargar una responsabilidad con los ciudadanos en otra entidad.

Si bien las políticas de privatización de bienes y servicios estatales han resultado en prácticas cuestionables por una multiplicidad de razones, entre ellas, el impacto social en cuanto a las tarifas, las desregulaciones y las condiciones para la prestación de servicios, no es menos cierto que en ocasiones en la opción viable para encontrar una solución que afecte a un sector poblacional.

Para contextualizar el tema, debemos recordar que los servicios básicos de agua potable, electricidad y comunicaciones a principios del Siglo 20 en Puerto Rico estaban en manos privadas. Fue la gestión de Luis Muñoz Marín, que como parte de los programas Operación Manos a la Obra y, posteriormente, con Operación Serenidad, nacionalizó diversas compañías privadas, entre ellas la Compañía de Teléfonos (Porto Rico Telephone Company) y el sistema de electricidad, entre otros.

Por tanto, la prestación de servicios a la ciudadanía por parte de empresas privadas no es un asunto extraño a la construcción política y social puertorriqueña, aunque las nuevas generaciones no lo hayamos visto.

Todo esto lo menciono dado el anuncio que hizo hoy el gobernador Luis Fortuño sobre la privatización del servicio de transportación marítima para los residentes de las islas-municipio de Vieques y Culebra. La sola mención de la palabra privatización ha elevado las suspicacias de muchos y con razón. La experiencia política reciente ha demostrado que en dichas transacciones financieras muchos políticos han solicitado y/o recibido dineros de forma ilegal para aumentar sus caudales privados. Esa es una preocupación genuina para aquellos a los que nos interesa conocer cómo se utilizan nuestras contribuciones.

Sin embargo, también ha quedado demostrado que el Estado ha sido incapaz de proveer un servicio digno y confiable a los residentes de las islas que dependen exclusivamente de la transportación marítima para llegar a la Isla Grande. Entre las dos islas residen alrededor de 11,000 ciudadanos que necesitan transportarse para trabajar, recibir servicios de salud, educación superior y adquirir bienes y otros servicios que no están disponibles en sus municipios.

El problema con la transportación desde y hacia las islas ha sido recurrente a través de los años: embarcaciones defectuosas, inseguras, insuficientes, itinerarios irregulares y hasta capitanes que no han manejado de forma segura las naves. Estas situaciones, que para los que vivimos en la Isla Grande y nos transportamos en automóvil son foráneas, representan la cotidianidad para nuestros conciudadanos que merecen un servicio que, de forma alguna, eleve su calidad de vida y sus potencialidades.

Si nos colocamos en los zapatos de los residentes de Vieques y Culebra por un sólo día, y no pudiéramos ni siquiera planificar con precisión una visita al médico o acudir a una entrevista de trabajo, entonces comprenderíamos mejor cómo es vivir es una isla que depende de otro territorio para atender necesidades básicas de convivencia en sociedad. De hecho, es limitar la movilidad de los ciudadanos en su propio país.

Ante ese panorama y por encima de quién ofrece un servicio debe estar el beneficio para la población. Si el Estado es incapaz de garantizar un servicio de calidad —debido a la burocracia, a la manera cómo se hacen las compras, a la mala planificación, mal uso de recursos o cómo se manejan las emergencias—, entonces es su responsabilidad conseguir una alternativa viable, confiable, adecuada y costo-efectiva.

Si para lograrlo con rapidez y eficiencia es necesaria la contratación de una empresa privada, pues que así sea, siempre que no claudique en la responsabilidad que tiene de asegurar que sea justo, ético, en beneficio para la ciudadanía y sin elementos de corrupción en la transacción.

5.3.12

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Del silencio a la lucha

Cuando a Susan B. Anthony le negaron, por ser mujer, el derecho a hablar en una convención prohibicionista celebrada en Albany, Massachussets en 1853, le encendieron la llama que la llevaría por los próximos cincuenta años a luchar fervorosamente por la igualdad de la mujer.


Abolicionista, educadora, prohibicionista, organizadora de trabajadoras, sufragista y cabildera pro derechos de la mujer, Susan B. Anthony, mejor conocida como “La Campeona de los Derechos de la Mujer”, entendió mejor que ninguna otra fémina de su época que los impedimentos que enfrentaban las mujeres se debían a que carecían del derecho al voto.

Susan B. Anthony nació en 1820 en el seno de una familia cuáquera con una larga tradición como activistas políticos que, entre otras causas, luchaba contra la esclavitud. Cuando su familia se mudó de Massachussets a Nueva York, su hogar se convirtió en el lugar de reunión de la facción cuáquera abolicionista. Se inició como agente de la Sociedad Americana Antiesclavitud, en la cual preparaba discursos, pegaba pasquines por la ciudad, coordinaba reuniones y distribuía hojas sueltas a favor de los negros esclavos. Su activismo fue tal que no faltaron las burlas, los ataques armados y hasta su imagen fue arrastrada por las calles en desprecio a su activismo político.

A los 26 años, Anthony asumió el cargo de directora del Departamento de Niñas de la Canajoharie Academy por el salario de $110.00 anuales. Inmediatamente comenzó su campaña para mejorar las condiciones de estudio y las posibilidades de progreso de las niñas del colegio. En las reuniones con los padres y en las convenciones de educación Anthony no perdía la oportunidad de exigir que las mujeres fueran admitidas a las universidades, que se igualaran sus condiciones de estudio sin importar la raza o el color y que las maestras recibieran mejores salarios.

En 1890 logró recaudar los $50,000 que le requirió la Universidad de Rochester para admitir mujeres. En el 1900 vio su esfuerzo rendir frutos, cuando a último momento, le cedió a la institución el valor en efectivo de su seguro de vida para que las mujeres fueran aceptadas en la institución.

Mientras trabajaba como directora de escuela, Anthony se unió a las Hijas del Prohibicionismo, una organización que educaba sobre los efectos devastadores que tenía el alcohol en las familias. No sólo fue presidenta de la organización sino que también recaudaba dinero para apoyar su causa. Fue en la asamblea de los Hijos del Prohibicionismo, la contraparte masculina de la organización, celebrada en 1853 cuando, por ser mujer, no le permitieron ofrecer un discurso. El malestar que le provocó su exclusión la llevó a organizar junto a la sufragista Elizabeth Cady Stanton la primera convención pro derechos de la mujer en la cual 300 mujeres suscribieron la “Declaración de Sentimientos” que exigía igualdad para las mujeres en los aspectos sociales, religiosos, económicos y morales.

Su temperamento era tal que en 1872 votó ilegalmente. Por su desafío fue arrestada y enjuiciada. Después de meses de juicio y de ofrecer discursos en todo el distrito que, obviamente, influenciaban a los posibles jurados, Anthony fue sentenciada a pagar una multa de $1,000. Con firmeza, Anthony le indicó al juez Ward Hunt “que esto (la sentencia) complazca a su señoría. Nunca pagaré un centavo por este castigo injusto.

Todo lo que poseo es una deuda de $10,000 incurrida para publicar durante cuatro años mi periódico El Revolucionario, cuyo único objetivo era educar a las mujeres a hacer precisamente lo que yo he hecho, rebelarse contra leyes hechas por el hombre… la resistencia ante la tiranía es la obediencia a Dios”. Esta férrea mujer cumplió su palabra: nunca pagó.

Su activismo la llevó a organizar uniones de mujeres en diferentes fábricas, ofrecer discursos, escribir en 1902 junto a otras dos sufragistas el libro Historia del Sufragio de la Mujer, lograr que las mujeres casadas pudieran tener propiedad, su propio salario y la custodia de sus niños, que las mujeres fueran aceptadas en la universidad y a luchar contra la prostitución por considerar que ésta era consecuencia de la inequidad en el matrimonio. Por su compromiso se presentó, consecuentemente, ante todos los Congresos desde 1869 hasta 1906 exigiendo que se enmendara la Constitución de los Estados Unidos para permitirle el voto a la mujer.

Luchadora incansable, Susan B. Anthony nunca logró votar. Murió el 13 de marzo de 1906 a los 86 años en Rochester. Catorce años después de su muerte las mujeres americanas depositarían por primera vez su voto en las urnas.

DOCUMENTOS RELACIONADOS:
Para más información y documentos relacionados a Susan B Anthony visite el Stanton and Anthony Papers Project de Rutgers University

Por: Ana Ivelisse Feliciano, periodista
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Nuevo Día el 8 de marzo del 2005.
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Un "no" que sacudió una nación

“La vida se encoge o se expande de acuerdo a nuestra propia valentía.”— Anais Nin

Desafiante, se negó a cederle su asiento en un autobús a un hombre blanco que lo exigía. El cansancio y la fatiga que tenía después de una larga jornada de trabajo como costurera en una tienda por departamentos fueron determinantes al momento de rehusarse a ponerse de pie. Con este simple gesto, Rosa Parks sacudió los cimientos de la sociedad americana, que aunque proclamaba en su Constitución la igualdad para todos, segregaba por razones de color a sus ciudadanos.


Eran los años 50 y en el sur de Estados Unidos todo estaba marcado “Sólo para Blancos” o “Sólo para Negros”. Rosa Parks creció en ese entorno; asistió a una escuela privada liberal “sólo para negros” en donde escuchaba a miembros del Ku Klux Klan durante sus asaltos nocturnos. Temía que la casa de su familia fuera la próxima que amaneciera hecha cenizas.

Ya en su adultez comenzó su resistencia silente. Dejó de utilizar los ascensores para negros y prefería subir las escaleras. Caminaba del trabajo a su casa a menos que estuviera demasiado agotada, porque la segregación en los autobuses la irritaba -como a cientos de ciudadanos negros que eran tratados de segunda categoría- y ayudaba a los negros a pasar las pruebas que les requerían para poder inscribirse para votar.

La noche del 1 de diciembre de 1955 Parks se encontraba particularmente cansada. Tomó el autobús y se sentó en las filas centrales. Finalmente descansaría sus pies. Las leyes de Montgomery, Alabama, exigían que las primeras cuatro filas estuvieran reservadas para pasajeros blancos y que los negros utilizaran las filas de atrás o la llamada “cocina”. El precio, sin embargo, era igual para todos. En esa ocasión la sección para blancos estaba toda ocupada y el conductor del autobús le exigió su asiento para un pasajero blanco. Rosa Parks se rehusó. Momentos después sería arrestada por la Policía, fichada y encarcelada. “Sabía que alguien tendría que dar el primer paso y me preparé para no moverme”, comentó después Parks.

Este incidente desencadenó la lucha por los derechos de los negros en Estados Unidos.

Rosa Parks frente all autobús
La comunidad negra de Montgomery se unió y organizó un boicot al sistema de autobuses. El boicot comenzó el mismo día del juicio contra Parks y fue exitoso. La Asociación para el Mejoramiento de Montgomery decidió extenderlo hasta que las leyes de segregación fueran declaradas inconstitucionales. Es en ese escenario que se inició Martin Luther King, Jr. como dirigente de la lucha por los derechos civiles. El reverendo, de apenas 27 años, imprimió en el mimeógrafo de su iglesia 7,000 hojas que exhortaban a no utilizar la transportación pública. Durante 382 días la comunidad negra de Montgomery no utilizó los autobuses y estableció un sistema alterno de transportación con 300 autos. Finalmente, después de varios capítulos en cortes inferiores, el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró inconstitucional la segregación en todos los Estados Unidos.

La proyección publica no fue fácil para Parks y su familia. Constantemente recibía amenazas telefónicas que afectaron a su esposo. Se mudó a Detroit donde continuó su labor a favor de la comunidad negra. No obstante, Parks aseguró -cuando celebró su cumpleaños número 77- que “me gustaría ser conocida como una persona que se preocupa por la libertad e igualdad, justicia y prosperidad de todas las personas”. Indudablemente Rosa Parks siempre será recordada como la “Madre de los Derechos Civiles”.


Por: Ana Ivelisse Feliciano, periodista
Este artículo fue publicado originalmente el 1 de marzo de 2005 en el periódico El Nuevo Día.