Cuando a Susan B. Anthony le negaron, por ser mujer, el derecho a hablar en una convención prohibicionista celebrada en Albany, Massachussets en 1853, le encendieron la llama que la llevaría por los próximos cincuenta años a luchar fervorosamente por la igualdad de la mujer.
Abolicionista, educadora, prohibicionista, organizadora de trabajadoras, sufragista y cabildera pro derechos de la mujer, Susan B. Anthony, mejor conocida como “La Campeona de los Derechos de la Mujer”, entendió mejor que ninguna otra fémina de su época que los impedimentos que enfrentaban las mujeres se debían a que carecían del derecho al voto.
Susan B. Anthony nació en 1820 en el seno de una familia cuáquera con una larga tradición como activistas políticos que, entre otras causas, luchaba contra la esclavitud. Cuando su familia se mudó de Massachussets a Nueva York, su hogar se convirtió en el lugar de reunión de la facción cuáquera abolicionista. Se inició como agente de la Sociedad Americana Antiesclavitud, en la cual preparaba discursos, pegaba pasquines por la ciudad, coordinaba reuniones y distribuía hojas sueltas a favor de los negros esclavos. Su activismo fue tal que no faltaron las burlas, los ataques armados y hasta su imagen fue arrastrada por las calles en desprecio a su activismo político.
A los 26 años, Anthony asumió el cargo de directora del Departamento de Niñas de la Canajoharie Academy por el salario de $110.00 anuales. Inmediatamente comenzó su campaña para mejorar las condiciones de estudio y las posibilidades de progreso de las niñas del colegio. En las reuniones con los padres y en las convenciones de educación Anthony no perdía la oportunidad de exigir que las mujeres fueran admitidas a las universidades, que se igualaran sus condiciones de estudio sin importar la raza o el color y que las maestras recibieran mejores salarios.
En 1890 logró recaudar los $50,000 que le requirió la Universidad de Rochester para admitir mujeres. En el 1900 vio su esfuerzo rendir frutos, cuando a último momento, le cedió a la institución el valor en efectivo de su seguro de vida para que las mujeres fueran aceptadas en la institución.
Mientras trabajaba como directora de escuela, Anthony se unió a las Hijas del Prohibicionismo, una organización que educaba sobre los efectos devastadores que tenía el alcohol en las familias. No sólo fue presidenta de la organización sino que también recaudaba dinero para apoyar su causa. Fue en la asamblea de los Hijos del Prohibicionismo, la contraparte masculina de la organización, celebrada en 1853 cuando, por ser mujer, no le permitieron ofrecer un discurso. El malestar que le provocó su exclusión la llevó a organizar junto a la sufragista Elizabeth Cady Stanton la primera convención pro derechos de la mujer en la cual 300 mujeres suscribieron la “Declaración de Sentimientos” que exigía igualdad para las mujeres en los aspectos sociales, religiosos, económicos y morales.
Su temperamento era tal que en 1872 votó ilegalmente. Por su desafío fue arrestada y enjuiciada. Después de meses de juicio y de ofrecer discursos en todo el distrito que, obviamente, influenciaban a los posibles jurados, Anthony fue sentenciada a pagar una multa de $1,000. Con firmeza, Anthony le indicó al juez Ward Hunt “que esto (la sentencia) complazca a su señoría. Nunca pagaré un centavo por este castigo injusto.
Todo lo que poseo es una deuda de $10,000 incurrida para publicar durante cuatro años mi periódico El Revolucionario, cuyo único objetivo era educar a las mujeres a hacer precisamente lo que yo he hecho, rebelarse contra leyes hechas por el hombre… la resistencia ante la tiranía es la obediencia a Dios”. Esta férrea mujer cumplió su palabra: nunca pagó.
Su activismo la llevó a organizar uniones de mujeres en diferentes fábricas, ofrecer discursos, escribir en 1902 junto a otras dos sufragistas el libro Historia del Sufragio de la Mujer, lograr que las mujeres casadas pudieran tener propiedad, su propio salario y la custodia de sus niños, que las mujeres fueran aceptadas en la universidad y a luchar contra la prostitución por considerar que ésta era consecuencia de la inequidad en el matrimonio. Por su compromiso se presentó, consecuentemente, ante todos los Congresos desde 1869 hasta 1906 exigiendo que se enmendara la Constitución de los Estados Unidos para permitirle el voto a la mujer.
Luchadora incansable, Susan B. Anthony nunca logró votar. Murió el 13 de marzo de 1906 a los 86 años en Rochester. Catorce años después de su muerte las mujeres americanas depositarían por primera vez su voto en las urnas.
DOCUMENTOS RELACIONADOS:
Para más información y documentos relacionados a Susan B Anthony visite el Stanton and Anthony Papers Project de Rutgers University
Por: Ana Ivelisse Feliciano, periodista
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Nuevo Día el 8 de marzo del 2005.
5.3.12
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