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Passionate about marketing, culture, media & trendspotting. Workaholic-loyal-creative-business oriented-enthusiastic professional. Master in Culture Administration, BA in Communications and postgraduate studies in Culture and Communication. Areas of expertise: Project Management, B2B & B2C marketing strategies, journalism, communications, public relations, creative industries, book & ebook publishing, cultural marketing, web development, socialmedia & high volume retail.

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Popular Posts

14.3.08

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Visita a la farmacia en un acto


La clienta siempre visita la misma farmacia. A través de estrechos pasillos atestados de medicamentos, champú, materiales escolares, prendas de fantasía y figurines llega hasta el recetario para buscar sus mediacamentos de rigor. En la esquina está, como esperándola, la misma máquina desde hace ocho años. La clienta sabe que esa maldita máquina pocas veces le da buenas noticias. La mira con desdén, pero la máquina la seduce con su voz.

PRIMER ACTO ESCENA 1

MAQUINA: Bienvenidos, no se mueva….

CLIENTA: [Abre su cartera con desesperación. Rebusca todas las esquinas por una moneda de 25 centavos. Su cara se transforma ya que sólo encuentra viejos recibos y algunas monedas de un centavo. No se rinde. Sabe que allí tiene que tener una peseta. Por fin la encuentra. Se relaja un poco.]

MAQUINA: Bienvenidos, no se mueva....

CLIENTA: [Se despoja del exceso de ropa. Coloca su cartera en una mesa cercana. Se saca las llaves de su pantalón y se quita los zapatos. Se tensa nuevamente. Suspira y se posa sobre la máquina.]

MAQUINA: Bienvenidos, no se mueva... [A clienta le sudan las manos...] ...Su peso exacto es....

CLIENTA: [Abre los ojos incrédula ante los tres dígitos que le presentan. Se restrega los ojos. Su cara en una mueca, incrédula.]

MAQUINA: Y su fortuna es....

[La clienta recoje su cartera de mala gana, sale despavorida de la farmacia, olvida sus medicamentos y escuchar su buena fortuna. Lo que vio ya la perturbó la noche. Llega a su casa y se acuesta sin cenar.]

BAJA EL TELON

10.3.08

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Enemigas en casa

Vivo rodeada de enemigas. Ellas no son producto de una fértil imaginación. No, no. Ocupan masa y espacio en mi casa para recordarme diariamente nuestro feudo. Y no es que no haya tratado de acercarme; lo he intentado de miles formas y utilizando diferentes estrategias. Sin embargo, debo confesar que he fracasado.

He intentado un acercamiento cordial una mañana de un sábado cualquiera o una fresca tarde del viernes. Hasta he faltado al trabajo con tal de tender el puente que nos separa, aparentemente, de forma irreversible. Sin embargo, no lo he logrado. Y es que las odio; tengo que admitirlo.

Mis enemigas pululan por la cocina, en el laundry, en los baños, en las gavetas, en los techos y abanicos, en los muebles y cojines, en los cristales y alfombras, entre los libros y cuadernos y hasta se apoderan de mi computadora.

¿No se dan cuenta que trabajo demasiado para atenderlas? ¿Es que no puede manejarse solas en la casa, sin mi intervención? ¿Tengo que tocar sus inmundicias para que se sientan bien? Es nuestra eterna pelea, creo que insalvable.

Para las que trabajamos fuera del hogar, las tareas domésticas son pesadillescas. Barrer, mapear, lavar, secar y guardar diez tandas de ropa, cepillar baños y pisos, limpiar el BBQ o el horno, brillar cristales y pulir muebles no es el escenario que esperábamos, cuando soltamos nuestros brasierres al aire y acortamos la distancia entre las funciones de un hombre y una mujer en la sociedad.

La liberación femenina que, alegadamente, nos liberó de la opresión machista, debió liberarnos también del delantal y el plumero. Pero no. Sólo nos añadió tareas fuera del hogar que, afortunadamente, resultan mucho más estimulantes para el intelecto que trapear toda la casa.

Sin embargo, las expectativas generales son que, además de matarnos fuera del hogar para aportar económicamente, retar intelectualmente y destacarnos laboralmente, tengamos que soportar que las enemigas domésticas nos esperen con la paciencia de un elefante en cada esquina de la casa y nos indiquen dónde se acumuló más polvo, salió un hongo o se quebró un cristal.

No pienso hacer las paces con ellas. Nos odiamos a muerte, aunque a veces, ellas ganan. Lo que me hace odiarlas más.

8.3.08

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Una verdadera celebración



Tengo que ser honesta. Con todo y mis aires feministas, me molesta el Día Internacional de la Mujer. Preferiría que en vez de homenajes y reflexiones, fuera un día que nos permita tener solaz de la manera que prefiramos. Idealmente, un día de spas, masajes, música tranquila, silencio profundo y varias copas de vino en soledad. Pero no. Por lo general, pasamos ese día, y la semana completa, con una sobredosis de estadísticas sobre violencia de género, hostigamiento sexual, cifras de desempleo, doble jornada, desigualdad en los salarios, en los puestos de trabajo y en la política, por mencionar unos cuantos.

No necesito que me las recuerden una vez más. Para cientos de miles de mujeres que pasamos los días trabajando de sol a sol, sea fuera de la casa o en el hogar o en ambos, tanto número sólo nos recuerda que apenas hemos alcanzado la superficie y que falta mucho camino por recorrer. Estamos muy lejos de la igualdad y vivimos aún el doble estándar. Pienso en las historias que me hacía mi abuela sobre un día ordinario en su vida, y parecería que son los cuentos que, con suerte, le haré a mis nietas.

Entonces, ¿no nos merecemos un día sólo para nosotras, sin maridos ni hijos ni novios que nos permita una verdadera reflexión sobre lo que deseamos hacer con nuestras vidas?


Un día así sería una verdadera celebración.